Las “decisiones importantes” son las que marcan el devenir
de nuestras organizaciones tanto a nivel empresarial como a nivel
gubernamental. Mejorar, aunque sea un “poquito”, la forma en la que tomamos las
decisiones importantes puede contribuir a que nuestras empresas sean más
eficientes o a que nuestras instituciones nos procuren más bienestar. En
sentido amplio, cada vez que “formamos” una opinión estamos “dibujando” una
decisión. Suena bastante lógico que cuando, por razones más o menos
argumentadas, llegamos a una opinión del tipo “estoy a favor o en contra de la
independencia de Cataluña”, en el fondo estoy “dibujando” una decisión que
sería algo así como: “si yo tomara la decisión, Cataluña se independizaría o no
se independizaría”. Y para cualquier cuestión, que consideramos importante,
¿han pensado alguna vez sobre el proceso o la argumentación que les ha conducido
a opinar o a decidir así?.
Podemos clasificar los tipos de argumentación en cuatro. El
primer tipo sería la “argumentación simpática”. Vemos alguna coincidencia
histórica, algo que enlaza con alguna pasión, un juego de palabras, un chiste,
y nos convencemos de que existe alguna correlación o señal “divina”, que no
puede ser por azar. Este tipo de argumentación “irracional” es casi siempre la
más desacertada y, por lo tanto, la más peligrosa.
El segundo tipo de argumentación es el “intuitivo”. Es una
mezcla de experiencia y emociones, es decir, es una conclusión de las
experiencias bajo nuestro particular prisma de gustos y sentimientos. Puede
tener formas incomprensibles como el “porque sí” de un padre a un hijo, o el
“porque soy el que mando” o algo más poético “porque me enamora y fíate de mi corazón”.
Si hay buena intención y en el cóctel hay más de experiencia que de emoción,
puede ser una “buena” decisión, sobretodo en momentos de apuro o premura.
El tercer tipo de razonamiento lo vamos a llamar
“argumentación difusa”. El nombre viene de la “lógica difusa”, que en pocas
palabras tiene la forma “en bastantes casos que ocurre A, también ocurre B”.
Queda claro que no siempre que ocurre A va a ocurrir B, ni viceversa. Además
tampoco sabemos si bastantes son muchos, la mitad o pocos. La argumentación
difusa es la que más se emplea en política o en las empresas, y es fácil
concluir que tiene un alto componente probabilístico o interpretativo, por lo
que genera discusiones interminables. En cualquier caso, siempre es mejor que
la argumentación simpática (puro azar) y en la mayor parte de los casos suele
ser mejor que la argumentación intuitiva.
Y el cuarto tipo de argumentación, que es el más racional,
es la argumentación científica. René Descartes (1596-1650), en el Discurso del
Método define por primera vez las reglas de este método para “buscar la verdad”.
El método científico se basa en la experimentación y en la medición. Durante mi
vida profesional, he trabajado y colaborado con muchas empresas, de tamaños muy
diferentes y sectores muy diversos. He visto y analizado cómo las empresas toman
las decisiones tanto estratégicas como operativas, y de todas las formas y
procesos de toma de decisiones me gusta la consistencia con la que la industria
farmacéutica toma las decisiones respecto a la bondad de los medicamentos. A
través de una serie de ensayos preclínicos y clínicos (experimentación) se va
formando la decisión tanto en el ámbito de la seguridad o toxicidad como en el
de la eficacia, por medición y comparación con otros compuestos incluido el
placebo (no hacer nada), todo bajo la supervisión de organismos internacionales
que garantizan la objetividad. Este proceso de toma de decisiones en la
industria farmacéutica es una excelente implementación del método científico para
optimizar la toma de decisiones.
En el método científico, hay muchos elementos importantes:
las hipótesis, los experimentos, las mediciones, la transparencia. Pero la seña
de identidad del método científico es el experimento. Para tomar buenas
decisiones necesitamos refrendar cada hipótesis con un pequeño experimento. En
las decisiones importantes a nivel empresarial o institucional parece que es
difícil hacer un experimento pero, si lo pensamos un poco, tenemos muchas
opciones. Y siempre es mejor un experimento parcial que valide una parte de las
hipótesis que carecer de experimentos. Los experimentos aportan consistencia a
la decisión y ayudan a convencer al resto de decisores, alcanzándose acuerdos
sin apenas discusión.
En el caso de la cuestión de independencia de Cataluña, que
todos valoramos como una decisión compleja y muy importante, ¿cómo podríamos
diseñar un experimento para formarnos una opinión con el método científico?.
Empezamos por una hipótesis: “La independencia de Cataluña va a procurar un
mayor bienestar en los próximos 20 años a todos los españoles y en especial a
todos los catalanes”. Así a priori, suena razonable. Si pudiésemos validar la
hipótesis con un experimento aumentaría notablemente el número de seguidores de
la independencia. El indicador principal de la hipótesis es el bienestar. ¿Cómo
medir el bienestar?. Existen ya indicadores de tipo ponderado que son
agrupaciones de otros indicadores (renta per cápita, esperanza de vida, número
de teatros por habitante,…). Habría que revisar estos indicadores y ver si
alguno nos convence. Si no nos convence, lo adaptamos hasta que nos convenza y
nos parezca una buena aproximación al valor del bienestar.
La otra parte de la hipótesis es medir la evolución del
bienestar durante los próximos 20 años. El experimento más adecuado sería
realizar una simulación con un modelo macroeconómico. Lo más recomendable para
evitar dudas respecto a los resultados sería encargar la simulación a algún
organismo o analista independiente. Encargaríamos un análisis de la evolución durante
los próximos 20 años de todas las variables que hemos considerado relevantes en
la medición del bienestar. El analista nos va a preguntar cosas del tipo: ¿cómo
se repartiría la deuda pública? o ¿seguiría Cataluña dentro del euro?. Dando
respuestas a esas preguntas vamos a perfilar un escenario. Al final el analista
nos entregaría un informe que diría: “En el escenario analizado, el aumento del
bienestar medio en caso de Independencia sería …, que es igual / mayor / menor
que el aumento del bienestar medio en caso de no independencia …”. Se pueden
encargar tantos estudios como escenarios se nos ocurran. Después, se cuelga el
informe en una web para que sea público y todos lo podamos leer. El experimento
nos ayudaría a formar una opinión mucho más consistente y a identificar el mejor
escenario para proceder con la decisión.
Como estamos casi en Navidad, les voy a pedir un “sueño” a
los Reyes Magos: me gustaría que a cada decisión importante que se tenga que
tomar en España en 2019 le regalen un experimento, aunque sea muy pequeño. Si validamos
con experimentos la décima parte de las decisiones importantes que tomamos,
nuestras empresas y nuestro país darán un paso de gigante. ¡Felices sueños!.
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