Todos los seres vivos envejecemos. Es un proceso irreversible que genera un declive paulatino. Y al igual que los seres vivos, las instituciones, las empresas y las leyes, que son entes vivos, “envejecen” y pierden eficacia. La Reina Roja en el libro de Lewis Carrol, Alicia en el País de las Maravillas, decía: “Aquí hay que correr todo lo posible para permanecer en el mismo lugar. Para llegar a otro sitio hay que correr el doble de rápido”.
La primera razón para simplificar nuestras instituciones y nuestras empresas es que si no lo hacemos, degeneran y pierden agilidad (“hay que correr todo lo posible para permanecer en el mismo lugar”). Y la segunda razón tiene que ver con lo que decía Charles Darwin de “Quien sobrevive no es el más fuerte, ni el más inteligente, sino el que se adapta mejor al cambio” o con lo que decía Peter Drucker: “Si quieres hacer algo nuevo, tienes que dejar de hacer algo viejo”. Tenemos que simplificar nuestras organizaciones para poder hacer cosas nuevas (“Para llegar a otro sitio hay que correr el doble de rápido”).
He escuchado muchas definiciones de “simplificar” pero me quedo con una que escuché hace ya unos años: “Simplificar es explicarle cómo funciona algo a tu querida abuela”. Es una definición perfecta porque implica quedarte con la esencia de las cosas y explicarlas sin tecnicismos. Además tienes que elevar la mirada y olvidarte de los árboles. Las abuelas aprendieron hace tiempo que la esencia está en el bosque.
Voy a utilizar el sistema fiscal español y la compleja institución de Hacienda para mostrar cómo se podría realizar un ejercicio de simplificación y “revitalización” de nuestros ingresos públicos.
Explicar un tema fiscal a mis abuelas significa, en primer lugar, hablar en pesetas, y en segundo quitar muchos ceros a las cifras. Así que voy a utilizar el término “peseta” para referirme a mil millones de euros. Queridas abuelas, España es como una gran familia que produce y vende al año productos por unas 1.200 pesetas (el PIB). De esas 1.200 pesetas, un poco menos de la mitad es lo que traen los abuelos a casa (mis abuelas eran amas de casa). Del resto, la mayor parte se lo queda el Estado para pagar a los maestros, a los médicos y a los jubilados, y también para hacer carreteras. Mis abuelas son más de “maestros” que de “profesores”.
El Estado recauda dinero a través de los impuestos. Hay muchos impuestos, tasas y contribuciones pero solo os voy a hablar de los cuatro más importantes. Este año, el Estado espera recaudar 115 pesetas por las cotizaciones sociales, 82 pesetas a través del IRPF, 24 en Sociedades y 72 en IVA.
Las cotizaciones sociales corresponde pagarlas a los trabajadores y a las empresas pero el pago real lo realizan las empresas reteniendo de las nóminas de los trabajadores la parte que les corresponde. Hay muchos porcentajes y muchos conceptos (contingencias comunes, desempleo, formación profesional,…), pero si sumamos todos los tipos y tanto la parte del empleador como la de los trabajadores, queda un porcentaje de un 36%. Además solo se pagan cotizaciones sociales por los primeros 45.644€. La parte de los sueldos que excede de 45.644€ no paga cotizaciones.
El IRPF tiene cinco tramos. Los tramos van en función de la base imponible que es básicamente el sueldo menos un mínimo personal. El primer tramo de retención es de un 19% para los primeros 12.450€ de la base imponible y el último es un 45% para la parte de base imponible que excede de 60.000€. Por último, el impuesto de Sociedades que también lo pagan las empresas se paga en función del beneficio, que como se calcula a través de muchas normas, es muy injusto, y solo un “puñado de gente leal al Estado” paga lo que le corresponde. Si el impuesto de Sociedades se pagara en función de los sueldos de los trabajadores, algo así como un “presunto” beneficio medio asociado a las capacidades de cada uno de los trabajadores de la empresa, para recaudar las mismas 24 pesetas, el tipo debería ser como un 6%.
Si sumamos los tramos de los tres impuestos quedarían como 6 tramos: el primero terminaría en un sueldo de 15.430€ con un tipo efectivo del 51% y el último para la parte de sueldo que excede de 64.859€ sería un 51%. El tipo efectivo más alto se sitúa en un 63% y los trabajadores que soportan el tipo más alto son los que ganan exactamente 45.644€. Si lo representamos en una gráfica queda una línea más o menos horizontal con una panza en 45.644€. Es decir, tres impuestos con un montón de “árboles” de regulación en los que esconderse y un montón de gente intentando hacer bien su trabajo para llegar a una línea tan incomprensible como injusta.
Simplifiquemos los tres impuestos en uno: los trabajadores mantendrían su sueldo neto, por ejemplo, un trabajador que gana 2.000€ netos al mes mantendría un sueldo de 2.000€ al mes y se olvidaría de que le retengan seguros sociales o del IRPF. Los sueldos son netos y brutos a la vez porque desaparecen los impuestos personales. La empresa pagaría un 60% de 2.000€, es decir, 1.200€, que es más o menos lo que paga al Estado ahora sumando la retención del IRPF, las cotizaciones sociales y el impuesto de sociedades, es decir, que el trabajador cobraría lo mismo y la empresa pagaría al Estado lo mismo en un nuevo impuesto que sustituirá al IRPF, Sociedades y cotizaciones sociales y sería de un 60% en un único tramo. Un impuesto simple de entender, de aplicar y difícil de "regatear".
El cuarto impuesto importante, queridas abuelas, es el IVA. En España, ya sabéis que nos gusta mucho esa frase de “Con IVA o sin IVA”. Nos gusta tanto que la economía sumergida, o sea la que no paga IVA, se calcula en torno al 20%, es decir, que si la tenemos en cuenta, nuestra familia en lugar de 1.200 pesetas produciría 1.440 pesetas. Además son actividades ilegales y parece razonable que al menos paguen el IVA máximo del 21%. Yo, como son los “malos” y para que tengan un incentivo para hacerse de los “buenos”, les pondría un tipo mucho más alto, el 42%.
Otra cosa buena de simplificar explicándoles las cosas a las abuelas es que no te interrumpen preguntando: “Y, ¿cómo vas a cobrar el IVA a los “camellos”?. Cuando estamos en la fase de simplificar el bosque e imaginar ideas, no podemos estar pensando en cómo lo vamos a implantar. Si lo hacemos, estaremos mirando los árboles y no estaremos dejando volar toda nuestra “poderosa” imaginación.
La manera más efectiva de cobrar un impuesto es a través de la retenciones. Hasta hace pocos años en las transacciones comerciales solo estaban el comprador y el vendedor pero ahora y gracias a la tecnología en muchas transacciones está también el señor TPV, ese "cacharrito" en el que metemos las tarjetas. Hagamos que en todas las transacciones siempre esté el señor TPV. ¿Cómo?. Eliminando el efectivo. Dejamos de fabricar billetes y monedas, y todo lo pagamos con la tarjeta. Y el señor TPV retiene en cada transacción el IVA y al día siguiente ingresa una parte en la cuenta corriente del vendedor y otra parte en la cuenta corriente del Estado.
El nuevo IVA rezaría así: “El tipo del impuesto del valor añadido será del 42%, excepto en las transacciones en las que ni al comprador, ni al vendedor les importe comunicar sus datos fiscales a Hacienda, en cuyo caso, se aplicará un tipo especial para ciudadanos buenos del 21%". Todos tenemos derechos a disfrazarnos alguna noche de “malos malísimos” y esa noche seguro que no nos importa pagar un 42% para mantener a salvo nuestro anonimato. Con ese tipo de IVA del 42%, el Estado ingresaría de los “malos”, que ahora no pagan nada, 100 pesetas, es decir, más que lo que está previsto ingresar con el actual IRPF (82 pesetas), más que con el actual IVA (72 pesetas) y mucho más que con el actual impuesto de Sociedades (24 pesetas). Con esos 100 euros, podríamos arreglar el sistema de pensiones, el déficit y hasta quedaría dinero para ir devolviendo la hipoteca de 1.200 pesetas que tenemos con los bancos. En Bruselas, nos "harían la ola".
Mis abuelas se llamaban Juana y Verónica. Murieron pero sé que leerán este artículo, allá dónde estén, con el máximo interés. Siempre, siempre se puede confiar en las abuelas y, por ello, les mando un beso muy fuerte. ¡Felices sueños!
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