El término “deconstrucción” es la traducción propuesta por el
filósofo francés Jacques Derrida del término “Destruktion” utilizado por
Heidegger. El concepto de “deconstrucción” de Derrida es mitad filosofía y mitad
literatura. Plantea que el acto de lectura genera infinitas interpretaciones
por lo que ninguna interpretación puede ser considerada como la “correcta” y
“única”. En palabras de Groucho Marx sería algo así como: “Léalo como quiera e
interprételo como más le interese”.
El cocinero Ferrán Adrià utiliza el término “Cocina de
Deconstrucción” para definir el trabajo que desarrolló en su restaurante el
Bulli para convertirlo en el “mejor” del mundo. Adrià define la deconstrucción
como “el respeto de las armonías ya conocidas, transformando la textura de los
ingredientes para incrementar la intensidad de su sabor”.
Una metodología es un conjunto de procedimientos para
alcanzar un objetivo. Si lo “maridamos” con el concepto de Adrià y el “brindis”
a la imaginación de Derrida tendríamos que la metodología de la
“deconstrucción” en el ámbito organizacional sería algo así como “el respeto de
la esencia de la organización para, simplificando
y transformando sus ingredientes, incrementar su sabor y alcanzar el objetivo”,
y tampoco hace falta decir mucho más porque cada uno lo puede interpretar como
más le interese 😀.
Mi particular receta para “deconstruir” tiene cuatro pilares:
analizar con foco en la simplificación como en ¿Cómo recaudar IVA en el sector de las drogas?, imaginar hipótesis y soluciones, validar las
hipótesis con experimentos como en ¿Cómo tomamos las decisiones importantes?, y seleccionar la mejor solución.
La receta se puede aplicar a cualquier organización, empresa
o institución, incluido un deporte como el fútbol. El único problema que
tenemos con el fútbol es que determinar su “esencia” es más complicado y puede
admitir infinitas interpretaciones al más puro estilo Derrida. Para mí, y es
una interpretación (cada uno puede hacer la suya), la esencia del fútbol es la
esencia del deporte que me cautivaba cuando era un niño y jugaba con mis
amigos. Y la esencia la puedo resumir en tres ideas: diversión, equipo y
simplicidad.
Nos encantaba jugar al fútbol horas y horas porque era un
juego divertido. Cuanto más divertido sea el fútbol más niños lo jugarán en los
patios de los colegios o en las favelas de Río. Es un deporte de equipo y
debería ganar el mejor equipo y no el que tenga al mejor jugador. Y, por
último, ni en las favelas, ni en los patios hay árbitros. Debe tener tan pocas
reglas y ser tan simple que un niño sepa cómo jugar sin que nadie se lo
explique.
Con esta esencia necesitamos definir una forma de medir cuán
cerca estamos de alcanzar ese “éxtasis de sabor” que consigue el señor Adrià.
Hay muchas formas de medir. Una que se puede plantear es que los capitanes de
ambos equipos cuando van a firmar el acta, respondan a tres preguntas, una por
cada esencia. Podrían ser: ¿cuánto se ha divertido tu equipo con el partido?,
¿ha ganado el mejor equipo? y ¿el arbitro ha influido en el resultado?. Las
tres preguntas en una escala de 1 a 10. Simple, sencillo y sin requerimientos
de equipamiento adicional.
Necesitamos una muestra o grupo de conejillos de indias como
en cualquier experimento. Mejor niños que tienen menos “vicios”. En la
federación madrileña y solo en las categorías de alevín e infantil (de 9 a 13
años) hay 110 grupos de 14 equipos, es decir, 770 partidos cada fin de semana.
Una muestra más que suficiente. Ponemos en marcha nuestro sistema de medición
para ver cómo funciona y tener una medida de con las normas y sistema actual cuánto
de divertido, cuánto hay de juego de equipo y cuán de simple es el deporte rey.
Empecemos con las hipótesis. Seguro que tenemos mil ideas.
En la parte de simplificación, a mí la regla que más complicada me parece y que
no aporta nada a la diversión es el fuera de juego. Requiere de dos jueces de
línea, a veces hasta viendo varias veces la repetición no nos ponemos de
acuerdo, es difícil de explicar a un niño de 10 años y suele ser el motivo que
justifica todas las derrotas. Además supuestamente ayuda a las defensas y
dificulta meter goles. La esencia del fútbol son los goles. Es más divertido un
partido que termina 4 a 3 que uno que termina 0 a 0. Primera hipótesis para
mejorar el fútbol: eliminar la regla del fuera de juego. Creo que Peter Drucker
estaba pensando en los jueces de línea cuando dijo aquello de: “No hay nada tan
inútil como hacer con gran eficiencia algo que no debería haberse hecho en
absoluto”. Nuestras organizaciones están llenas de jueces de línea.
En la parte de potenciar el juego de equipo, la idea que más
me gusta es una que se utiliza en minibasket. Dividen el tiempo de juego en 6
sextos. Todos los jugadores inscritos (mínimo 9) tienen que jugar un mínimo de
2 sextos y un máximo de 4 sextos. Se consigue intensidad, cambios de estrategia
y sentimiento de equipo. En el fútbol podría ser 6 sextos de 15 minutos, todos
los jugadores inscritos (mínimo 20) tienen que jugar un mínimo de 2 sextos y un
máximo de 4 sextos.
Por último y en la parte de simplicidad, creo que la mejor
forma de conseguir que el arbitraje sea fácil es “animar” a los jugadores a que
no cometan faltas. Todas las faltas se sancionan con tarjeta amarilla y las
antideportivas con roja. Sin fueras de juego y sin casi faltas, vamos a reducir
“muchísimo” las menciones a las madres de los árbitros.
Debemos validar con un experimento cuál es la mejor
hipótesis para mejorar la esencia del fútbol. Dividimos los 110 grupos de nuestros
alevines e infantiles en 4 fracciones, en una no se aplica ninguna modificación
(referencia o placebo) y en cada una de las otras tres se aplica cada una de
las hipótesis. Medimos toda una vuelta y comparamos resultados con las
mediciones iniciales, y vemos si algunas de las hipótesis mejoran la esencia
del fútbol o no.
El último paso es seleccionar la mejor hipótesis y solo la
mejor. Primero porque no hemos probado la influencia entre unas hipótesis y
otras cuando se aplican a la vez. Puede que su efecto se anule en lugar de
sumar. Y segundo porque hemos hecho un experimento para una muestra pequeña pero
tenemos que refrendar la validez de la hipótesis en una muestra mayor. Es lo
malo del método científico.
Al igual que todos los platos del mundo admiten infinitas
deconstrucciones culinarias, todas las organizaciones admiten infinitas
deconstrucciones, y deberían hacer un ejercicio de deconstrucción al menos una
vez al año. Háganlo en sus organizaciones. Si no lo han hecho nunca, se pueden
encontrar “despilfarros” de entre el 20% y el 50% que correctamente aplicados
en tareas de valor añadido pueden catapultar sus organizaciones. Recuerden que Ferrán
Adrià convirtió su restaurante en el mejor del mundo a través de la
deconstrucción, y que Peter Drucker decía: “Si quieres hacer algo nuevo, tienes
que dejar de hacer algo viejo”.
Lo mejor de la deconstrucción es que nos ayuda a entender el
“sabor” de las cosas y a focalizarnos en los ingredientes que tienen aportaciones
reales a los objetivos. ¡Felices Sueños!
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