El escritor estadounidense
William Goldman escribió en 1973 “La Princesa Prometida”, una novela de
campesinos, piratas y princesas sobre el “amor verdadero”. Catorce años después,
Rob Reiner dirigió la película. Reiner envió el guión a Mark Knopfler, la única
persona que consideraba capaz de crear una música que captara la peculiaridad
de la película. Knopfler aceptó el encargo con la condición de que saliese en
la película su gorra de béisbol. Reiner la mostró en la habitación del nieto de
Colombo.
Como dice Hadley Freeman en “Time
of my life”: “La Princesa Prometida es a la vez una película sobre el amor y
una sátira sobre las películas de amor. Una película que muestra su lado más
dulce con inteligencia y presenta su inteligencia con dulzura. Una película
para niños con diálogos para adultos”.
Si William Goldman, que ha muerto
este pasado noviembre, escribiese una novela sobre “La Educación Prometida” empezaría
así.
Buttercup se crio en una pequeña
granja en el país de Florín. Sus pasatiempos favoritos eran montar a caballo y
atormentar a su profesor. El nombre del profesor era Westley pero ella nunca lo
llamaba así. Nada proporcionaba tanto placer a Buttercup como dar órdenes a Westley
a todas horas. El mundo al revés. Los alumnos dando órdenes a los profesores. Le
decía: “Profesor, enséñeme a cabalgar con el caballo” y un poco después “Profesor,
enséñeme a adiestrar un caballo” y al día siguiente “Profesor, enséñeme a
recoger hierbas y a preparar un brebaje que limpie tanto mi rostro que brille como
el sol”. Y Westley siempre contestaba: “Como desees”.
Un día Buttercup le dijo: “
Profesor, enséñeme a multiplicar porque tengo que comprar forraje para todo el
invierno”. Miró durante tres largos segundos al profesor y terminó la frase con
un “por favor”. Westley respondió: “Como desees”. Aquel día descubrió con
asombro que cuando el profesor decía “Como Desees” en realidad significaba: “Es
el momento de enseñarte porque ahora tengo tu total atención”. Y aún más
asombroso fue el día en que se dio cuenta de que con esa increíble paciencia de
esperar a que ella mostrara interés y curiosidad por un tema, el viejo profesor
conseguía enseñarle las cuestiones más complejas en un suspiro, y se sintió
afortunada de poder contar con la ayuda de un “Profesor Verdadero”.
El rol de los profesores en
España no ha evolucionado mucho desde que Unamuno presidiera el Consejo de Instrucción
Pública durante la II República y se propusiera en 1930 la construcción de
27.000 escuelas para escolarizar al millón de niños que no asistían por aquel entonces
a la escuela.
Seguimos teniendo las mismas
asignaturas, que se llaman con los mismos nombres y que siguen teniendo
contenidos parecidos. El mismo sistema de memorizar conocimiento en clases
presenciales con exámenes escritos para validar si los alumnos han estudiado y han
hecho los deberes.
En 1930 los alumnos no tenían
libros y las bibliotecas no tenían enciclopedias. Los profesores tenían que
tener una memoria privilegiada porque tenían que hacer de libros, de
enciclopedias y ser capaces de dar clases magistrales.
Desde 1930 ha habido casi 100
revoluciones que afectan a la educación. El 15 de enero de 2001 fue creada
Wikipedia, la enciclopedia libre en Internet. Seis años después, Steve Jobs
anunció públicamente el iPhone. Ambas cosas has contribuido a que actualmente más
del 85% de los españoles llevemos en el bolsillo un dispositivo con acceso a
todos los libros del mundo y a enciclopedias más grandes que la enciclopedia
más grande que hay en la Biblioteca Nacional. Ya no es necesario que los
profesores sean enciclopedias andantes dedicados a divulgar el conocimiento.
En 2005 se creó “youtube”. En la
actualidad cada minuto que pasa se suben a youtube 30.000 minutos en nuevos
videos. Y entre esos minutos nuevos, hay muchas clases magistrales
correctamente clasificadas y accesibles las 24 horas del día, los 365 días del
año desde el lugar más recóndito de la tierra. Ya no es necesario que los
profesores sean capaces de dar clases magistrales.
Y entonces, ¿qué competencias
deberían ser claves en un profesor? y ¿qué competencias deberíamos premiar en su
desempeño?
Este pasado verano cuando mi hijo
Guillermo cumplió 10 años, me empeñé en enseñarle a hacer el cubo de Rubik.
Pacientemente me aguantó que le enseñara a hacer una cara, la primera corona,
la segunda corona, … pero al día siguiente se le olvidaba. No le interesaba. Al
cabo de una semana desistí y me engañé a mí mismo pensando que era demasiado
pequeño. Me engañé a mí mismo para no asumir mi fracaso como profesor. Había
descuidado el primer axioma de un profesor verdadero. Ser capaz de despertar su
curiosidad y así captar su total atención. Poderle decir mirándole a los ojos: “Como
desees”.
Hace tres semanas un amigo le
dijo: “¿te imaginas ser capaz de hacer el cubo de Rubik mientras aguantas la
respiración en el fondo de la piscina?”. Esa fue la “chispa” que despertó su
curiosidad. Él solo, sin ayuda de nadie, ha buscado en youtube videos para
aprender a hacer una cara, una corona, dos coronas y tres coronas. Ha
practicado y ha buscado el sistema más rápido. El otro día me dijo: “Papá, ¿me
cronometras?”. En 1 minuto y 33 segundos paró el crono. En toda mi vida jamás he
conseguido bajar de 5 minutos. Sigue teniendo 10 años.
La competencia más valiosa de un “profesor
verdadero” debería ser empatizar con los alumnos y “saber encender la chispa”
que despierte su curiosidad. Deberíamos seleccionar a los profesores por sus
competencias pedagógicas y psicológicas más que por su conocimiento. En el
mundo de doña Wikipedia y don Youtube, una enciclopedia repleta de conocimiento
capaz de dar clases magistrales ha perdido casi todo su sentido.
Se imaginan que ponemos en marcha
un sistema de oposiciones para seleccionar a profesores verdaderos. Se imaginan
que llenamos las aulas de profesores verdaderos. Se imaginan que esos
profesores verdaderos les dicen a los alumnos que el mundo es un inmenso cubo
de Rubik y que tienen que arreglarlo en el tiempo que aguantan la respiración.
Se imaginan que encuentran cómo “encender la chispa” de todos y cada uno de los
alumnos y despertar su curiosidad.
Si se han imaginado todo lo
anterior, sabrán que no tendremos que preocuparnos más. En 1 minuto y 33
segundos los alumnos habrán arreglado el cubo de Rubik del mundo. Sin guerras,
sin hambre, sin contaminación. En 1 minuto y 33 segundos mientras suenan los
acordes de la guitarra escocesa de Mark Knopfler, con su vieja gorra de
béisbol, interpretando “Storybook Love” nominada al Oscar por La “Educación”
Prometida. Esa vieja gorra de béisbol que todos hemos visto en la habitación
del nieto de Colombo. ¡Felices Sueños!
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