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¿La democracia garantiza la convivencia?


Una de las decisiones anuales más importantes en una pareja o en una familia, es dónde van a ir de vacaciones. Todos sabemos que cualquier pareja podría discutir durante horas, días y años sobre la materia, y no llegar a ningún acuerdo. Y si incorporamos a los hijos, la entropía no disminuye. Hay muchas ramas en la decisión pero vamos a centrarnos solamente en una cuestión clásica: playa o montaña.

En general, las personas no solemos cambiar nuestras convicciones, y con la edad tendemos a aumentar nuestro fanatismo. ¿Playa o montaña?, ¿Madrid o Barça o Atleti?, ¿derechas o izquierdas?. Lo malo de las convicciones o de los fanatismos (la frontera es tan fina) es que, como buenos “homo sapiens”, necesitamos creer que son decisiones justificadas, éticas y racionales. Y tendemos a mezclarlo todo. El Atleti es un “estilo de vida”. La alternativa a los poderosos y tramposos. O te dejas el alma “partido a partido”, o no entiendes la filosofía del Cholo. Un español de verdad nunca podría ser del Barça. Un demócrata que respeta el derecho a decidir de los demás nunca podría ser del Madrid. ¡Menudo cóctel explosivo!.

Igual que una pareja debe decidir si playa o montaña, igual que un grupo de amigos futboleros debe elegir si ver el partido del Atleti, el del Barça o el del Madrid, los ciudadanos tenemos que decidir si somos de derechas o de izquierdas.

Ser de derechas o de izquierdas es una decisión compleja. Seguramente más compleja que dónde ir de vacaciones. Podríamos, igual que con las vacaciones discutir durante horas, días y años, y no llegar a ningún acuerdo. Y, al igual que con las vacaciones, hay muchas ramas en la decisión pero vamos a centrarnos solamente en una cuestión clásica: crecimiento o estado del bienestar.

Todos queremos crecimiento. El crecimiento es PIB, trabajo, riqueza, inversión, comprarnos un Iphone o un Tesla y poder ir de vacaciones. Aunque luego tengamos que decidir si playa o montaña. Y todos queremos estado del bienestar. El estado del bienestar es educación, sanidad, cultura, infraestructuras, sostenibilidad, pensiones y solidaridad. El crecimiento es ingreso, algo necesario para ser felices. Y el estado del bienestar es gasto, también algo necesario para ser felices.

Todas las discusiones se eternizan siempre en el mismo punto: ¿qué fue antes el huevo o la gallina?. ¿Primero es el “huevo” del crecimiento del que nace la “gallina” del estado del bienestar?. O, ¿primero es la “gallina” del estado del bienestar que “pone los huevos” del crecimiento?. ¡Es increíble que estando todos de acuerdo en que necesitamos huevos y gallinas, nos perdamos en qué es primero!. O quizás no nos perdamos porque nuestro objetivo en las discusiones no sea alcanzar un consenso y mejorar la convivencia sino vencer. Ya lo decía Unamuno, como nos recuerda Amenábar en “Mientras dure la guerra”: “No es lo mismo vencer que convencer”.

En España somos mucho de deporte y de fútbol. Lo vemos todo como una final. No nos interesan el “tercer tiempo” y la convivencia con el rival. Somos más de vencer, si es posible humillar, y si le metemos una “manita”, restregársela por la cara hasta el fin de los días. En España somos así y en todas partes son así. No pensemos que lo del afán por vencer y la alergia a la convivencia y a la comprensión, es patrimonio de los españoles, ni nos fustiguemos por ello.

Lo bueno de las analogías es que, a veces, te dan pistas respecto a como resolver el “nudo gordiano”. Cambiando el contexto y las implicaciones personales, a veces, conseguimos abstraernos y encontramos soluciones “sorprendentes”.

¿Qué podemos recomendar a una pareja o a una familia respecto a su dinámica de decidir las vacaciones?. ¿Qué podemos recomendar a un grupo de amigos futboleros respecto a su dinámica para elegir a qué partido de fútbol asistir?. Creo que nadie les recomendaría discutir hasta que se pongan de acuerdo y todos deseen lo mismo, ni usar un sistema democrático de votación. Quizás el sistema democrático sea el más justo, pero si siempre van al partido del Madrid, porque es el que tiene más adeptos, los atléticos y los del Barça dejarán de asistir a los partidos y el grupo de amigos se dividirá. Si siempre vamos a la playa porque es lo que elige el único hijo de la pareja que rompe el empate, antes o después, la pareja firmará los papeles del divorcio.

A la prosperidad, a las relaciones a largo plazo y a la convivencia les suelen sentar bien regarlas con comprensión. Y la comprensión es ceder, permitir a la otra parte elegir, aunque elija el “Burger King” y seamos del club “anti-comida basura”.

Intentemos mejorar la democracia regándola con una dosis de comprensión. ¿Qué les parece la siguiente propuesta?. Punto 1: “Eliminamos el voto secreto”. Creo que hacerlo secreto para evitar represalias, es una etapa que ya hemos superado. Punto 2: “En una elección solo pueden votar los que no ganaron o los que no votaron en la anterior elección”.

Es solo una propuesta. Seguro que se les ocurren decenas de propuestas para que la familia vaya, a veces, a la playa y, a veces, a la montaña. O para que el grupo de amigos vaya al Camp Nou, al Wanda y al Bernabéu, todos sean felices o “bastante” felices y su amistad se mantenga. O para que, a veces, impulsemos el crecimiento y, a veces, el estado del bienestar. Tenemos que cuidar el huevo y a la gallina.

Decía Winston Churchill que: “Si no eres liberal a los 25 años, no tienes corazón. Si no eres conservador a los 35, no tienes cerebro”. Churchill y Unamuno fueron grandes personajes del siglo XX, y sus ideas y actos, como el de otros millones de personas, nos han traído un siglo XXI lleno de países democráticos consolidados, demostrando que la democracia es el “menos malo” de los sistemas políticos.

Ahora tenemos dos caminos. El primero es seguir confiando en la democracia y en la sensatez y comprensión de los ciudadanos para votar no en función de sus propios intereses sino en función de lo mejor para mejorar la convivencia. Los resultados de la última elección en España, no invitan al optimismo.

La segunda es mejorar las reglas del sistema democrático para favorecer la convivencia, el crecimiento y el estado del bienestar, incluso cuando los ciudadanos voten en función de sus propios intereses. ¿Cómo pueden convivir los del Atleti, los del Madrid y los del Barça?. ¿Cómo puede perdurar una pareja si a uno le gusta la playa y a otro la montaña?. Se admiten propuestas.

¡Felices sueños!


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